Escápula
Son fracturas poco frecuentes y, particularmente las del
cuerpo, suelen deberse a traumatismos de alta energía; por ello se asocian a
fracturas costales y lesiones pulmonares traumáticas, y suelen tratarse de
forma conservadora. De hecho, cuando se diagnostica una fractura del cuerpo de
la escápula, lo más importante es descartar la presencia de lesiones torácicas
y pulmonares asociadas (recuérdese asociación fractura cuerpo de escápula +
fracturas costales + neumotórax/hemotórax). Las fracturas de acromion se tratan
de forma quirúrgica cuando están desplazadas; las de coracoides, cuando
condicionan inestabilidad acromioclavicular); las del cuello, cuando están muy
anguladas; y las de glenoides, cuando condicionan inestabilidad de la
articulación glenohumeral (generalmente fracturas del margen anteroinferior de
la glenoides, equivalentes a lesiones de Bankart óseas) o incongruencia
articular. Las fracturas de escápula pueden asociarse a lesiones del plexo
braquial o del nervio supraescapular.
Extremidad proximal del húmero
Son frecuentes, y afectan generalmente a pacientes de edad
avanzada, por lo que presentan a menudo conminución. Para su clasificación, se
reconocen en el húmero proximal cuatro segmentos principales: la diáfisis, la
cabeza, el troquíter y el troquín (Figura 10). La clasificación de Neer
distingue entre fracturas no desplazadas (espacio interfragmentario menor de 1
cm y angulación menor de 45°), fracturas desplazadas en dos, tres o cuatro
fragmentos, fracturas con impactación de la cabeza, fracturas con división de
la cabeza (head-splitting) y fracturas-luxaciones. Cuando el trazo de fractura
aisla la cabeza humeral del resto de segmentos (como en las fracturas en cuatro
partes o las fracturas del cuello anatómico), existe un cierto riesgo de
ausencia de consolidación o necrosis cefálica, especialmente si hay luxación
asociada.
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